Cuando hablamos de automatización, (creo que) todos imaginamos robots humanoides caminando por la casa, o las fábricas. Esta imagen hollywoodesca que nos han vendido, tiene mucho más de ficción que de ciencia. Aunque existen (otro link), la realidad cotidiana es mucho más cercana a nosotros.
La gran mayoría de la automatización no requiere robots, sino código corriendo detrás de escena, haciendo que todo funcione sin que tengamos que mover un dedo. Claro que sí existen desarrollos de robots físicos, como brazos robóticos ensamblando autos, o drones que entregan paquetes, pero representan apenas la punta del iceberg. Lo que realmente transforma nuestras vidas y negocios son programas que procesan datos, envían notificaciones, generan reportes y toman decisiones simples o complejas en cuestión de segundos.
Si te detenés a mirar tu día a día, vas a ver que estás rodeado de automatización sin darte cuenta. Ese mensaje de WhatsApp recordándote que tenés que pagar el alquiler, la app de tu supermercado que sugiere lo que compraste la última vez, la playlist de Spotify que adivina tu mood, o el correo que te llega con la factura de la luz, todo eso es software que trabaja automáticamente.
Para un pequeño negocio, las posibilidades son enormes y mucho más accesibles de lo que parece. Un café puede usar un sistema que registre automáticamente las ventas del día y genere la factura electrónica sin que nadie tenga que hacer nada, un emprendimiento de ropa online puede enviar automáticamente emails a clientes que dejaron productos en el carrito, y hasta un taller mecánico puede agendar turnos y mandar recordatorios por WhatsApp sin que un humano toque el calendario.
La magia de todo esto es que estas soluciones no requieren hardware espectacular ni conocimientos de ingeniería aeroespacial. Son herramientas que corren en computadoras o en la nube y que liberan tiempo para que los humanos se concentren en lo que realmente importa: crear, vender, conectar con clientes y crecer. La automatización está en todos lados, pero la gran sorpresa es que no hace falta imaginar un futuro lejano con robots humanoides: el futuro ya está acá, y se mueve con líneas de código que trabajan por nosotros todos los días.