Cómo destruir producción

Bueno, la idea no es aprender a hackear a nadie sino saber dónde mirar para poder evitarlo. Esto es el comienzo de una serie de la que por lo menos tengo dos partes más en borrador… Es tan tentador hacer hotfixes para los programadores solos, equipos pequeños, o medianos mal gestionados, o con un programador super-senior entre ellos (aquí, culpable…). Pero es primordial recordar que todo cambio tiene consecuencias, por inofensivo que parezca. Como siempre, criterio.

Incluso cuando se está corrigiendo un error o un fallo conocido, aunque el cambio en sí puede ser correcto y necesario, suele pasar que no se considere cómo esa lógica interactuaba con los datos históricos y actuales de los usuarios. Casi a diario, como resultado, ciertos datos que estaban bien antes del cambio comenzaron a comportarse de forma errática, generando problemas para los usuarios. Esto puede deberse a que los datos estaban bien de acuerdo a la lógica errónea, o quizás por el error los datos eran ignorados y luego de la corrección comenzaron a tener efecto. En cualquier caso, el programador, concentrado en el problema puntual, no pensó en los efectos secundarios que podrían surgir.

En el mundo del desarrollo de software, evitar «destruir producción» es un desafío crítico para cualquier equipo, desde programadores hasta CEOs. Todos son responsables, uno por el código, otros por las instrucciones que imparten. Esto no solo significa evitar caídas del sistema o errores visibles para el usuario, sino también cuidar que las modificaciones no afecten de forma inesperada los datos o funcionalidades existentes que ya están en uso. Un error común es introducir cambios que parecen necesarios y correctos, pero que no se analizan con suficiente profundidad respecto al impacto en el sistema en funcionamiento.

Los riesgos en estos casos son variados y muy dañinos: pérdida o corrupción de datos, mal funcionamiento de funciones que parecían no relacionadas, errores que llegan hasta el cliente final y dañan la experiencia y la confianza, y en el peor de los casos, pérdida de clientes o daños reputacionales. Además, el equipo de soporte y desarrollo se ve saturado intentando corregir los daños, lo que desvía recursos y genera estrés.

Otra situación que he visto es la actualización de una base de datos con nuevos esquemas o reglas sin hacer un mapeo y prueba adecuada de cómo esos cambios afectarán la información histórica o las integraciones con otros sistemas. Por ejemplo, cambiar la forma en que se validan datos o se almacenan sin validar si los datos previos cumplen con esas nuevas reglas, puede bloquear procesos o incluso eliminar registros importantes.

Para evitar este tipo de problemas, es clave implementar ciertas buenas prácticas. Primero, pensar siempre en términos de impacto: un cambio no es solo la lógica nueva, sino cómo esa lógica convive con lo que ya está en producción, incluyendo datos y usuarios reales. Esto requiere tiempo para analizar, hablar con stakeholders y entender el flujo completo.

Luego, hacer pruebas integrales no solo del cambio aislado, sino en un entorno lo más parecido posible a producción con datos reales o simulados, para detectar efectos colaterales. En segundo lugar, avanzar con despliegues controlados o progresivos (por ejemplo, feature flags o despliegues por etapas) para monitorear qué pasa antes de afectar a todos los usuarios.

También es muy recomendable documentar bien los cambios y comunicar al equipo y a otras áreas involucradas, como soporte o producto, para que estén preparados ante cualquier eventualidad y puedan colaborar con feedback o detección temprana de problemas.

Finalmente, fomentar una cultura de revisión crítica y colaboración en el equipo, donde nadie da por sentado que un cambio es «simple» y todos preguntan: ¿qué puede romperse con esto? ¿cómo podemos asegurarnos de que no afecta al usuario?

En resumen, evitar destruir producción no es solo un problema técnico, sino de enfoque y comunicación. Pensar siempre en el sistema en conjunto, hacer pruebas reales, desplegar con cuidado y comunicar bien son la clave para evitar dolores de cabeza mayores y cuidar la salud del producto y la empresa.

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