Los nativos digitales no existen

No soy educador, pero como profesional de la tecnología, siempre me ha llamado la atención, y me ha sonado a puro mito, el concepto de «nativos digitales». Es una idea que suena bien, incluso reconfortante: una generación que, por haber crecido rodeada de tecnología, la domina de forma natural.

Es un tema debatido frecuentemente en el blog Microsiervos, donde suelen tratarlo con una mezcla de escepticismo y evidencia. Y es que la experiencia práctica, tanto en el mundo laboral como personal, contradice una y otra vez la idea de que los más jóvenes entienden automáticamente cómo funciona la tecnología solo por haber nacido con un smartphone en la mano.

Saber usar no es saber entender. Usar Instagram o TikTok no implica saber cómo funciona una red social, ni mucho menos tener habilidades digitales profundas. En muchos casos, jóvenes (y adultos) no distinguen entre una conexión WiFi y datos móviles, no saben gestionar su privacidad en línea, ni reconocen señales básicas de estafas digitales. La interfaz amigable de muchas apps modernas da una falsa sensación de competencia digital, cuando en realidad se está operando a nivel muy superficial.

La alfabetización digital es una necesidad, y un derecho, no un don generacional. Como profesional del sector, veo a diario cómo el verdadero conocimiento tecnológico requiere formación, curiosidad y pensamiento crítico. Saber configurar un router, programar aunque sea de forma básica, entender cómo se almacena la información o qué riesgos implica usar cierto software, son habilidades que no se adquieren por osmosis generacional. Se aprenden, como cualquier otra competencia.

De hecho, a veces los usuarios más jóvenes tienen menor tolerancia a la frustración tecnológica, precisamente porque están acostumbrados a interfaces pulidas y simples. Cuando algo se rompe o sale del guión, no siempre saben cómo resolverlo.

El problema de asumir que alguien es competente por su edad es que se invisibiliza la necesidad de enseñar habilidades digitales reales. Se espera que los jóvenes «ya sepan» y eso les perjudica. Al mismo tiempo, se margina a adultos que tal vez sí tengan la disposición de aprender, pero se sienten excluidos por no ser «nativos».

La tecnología no entiende de generaciones, entiende de aprendizaje, práctica y sentido crítico. La idea de que existen «nativos digitales» puede sonar moderna, pero es peligrosa porque desatiende la educación digital de quienes más la necesitan, y sobreestima las habilidades de quienes aún están en proceso de aprenderlas.

Desde mi rol en tecnología, me parece importante desmitificar este concepto y fomentar una visión más realista y formativa. La alfabetización digital no es un privilegio automático: es un derecho que se construye.

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